Qué solo se siente el Domingo, mientras nosotros nos quejamos del daño que nos hace. El dolor está en tu cabeza, y no importa que sea domingo, lunes o viernes que el eco del recuerdo volverá violento a retumbar, y a causar estragos en nuestro frío infierno.
Domingo con D de desnudarnos, de quitarnos nuestras dudas, de ser nosotros mismos, solos, mirando tras el húmedo cristal de la ventana durante horas. Y la lluvia ya está calando tus huesos mucho antes de salir a la calle, mientras empiezas a imaginar la vida alternativa que tendrías si la decisión hubiese sido distinta.
Y ahora nada enternece tu corazón de piedra y no hay palabras posibles que reconstruyan tus ruinas. 
Quizá sea Domingo todos los días, porque duele que no te abrace nadie y escuece no querer que lo hagan.



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