Deja de buscar poetas en tus versos, 
que los besos se buscan con los ojos abiertos
y se disfrutan
a oscuras.
Deja de suplicarle al viento que sople con fuerza tu falda, que aun no es tarde para perderse.
Deja que te encuentren
que el abismo de tus labios sea más abrupto que cualquier precipicio.
Deja que sus dedos se deslicen
y te ericen
la piel.
Que arañen ansiosos cada vértice de tu cuerpo.
Deja que exista,
 deja de decir que esto es mentir, 
que son más intensas tus negaciones con cada quejido
y es el gemido quien debería de impulsarte.



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