Tú, con la piel de cristal
que se rompe con cada pasada
de mi dedo en tu espalda,
fingiendo que todo está bien.

Admiro las flores que lanzas
cuando el frío llama a tu pecho,
e intentas defenderte del invierno,
que nunca atraviese tu muralla.

Y que el ocaso no sepa tus dudas,
que al llegar la noche consume,
y el pecho baja la guardia
y se pudren las flores,
y ya no importa nada.

Porque la luna te ha robado la risa,
y se ha llevado tus lágrimas.
Ansía compañía barata
y tu pena la agrada.

Te pudo la fragilidad cuando llegó el otoño,
y un abrazo ya no te puede arreglar,
ahora te mata.


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