Como te prometí, te estoy haciendo versos.


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Hoy me he preguntado si la felicidad es el sendero que nosotros seguimos a ciegas o la plaza llena de flores a la que esperamos llegar.
Y ahora sé por qué solo escribo del dolor. Lo lógico sería que cuando el corazón se rompiese, buscase desesperadamente recomponerse... pero no es así. Busca alimentarse de esa pena que se queda dentro, busca encerrarla, construirle muros para que no se vaya jamás, y recurrir a ella cada noche que nos sentimos un poco rotos. Porque la felicidad no se escribe. Porque cuando eres feliz no hay palabras suficientes que puedan describir esa sensación de locura transitoria que se apodera de nosotros y nos inunda de flores, y sentimos que absolutamente todos nuestros pensamientos bailan, que todos los muros han reventado y todas las penas se han ido. 
Y yo no encuentro las palabras para explicar qué es ser feliz.
Pero sé que contigo todo es más fácil, y con las veces que nos la ha jugado la vida es mejor ser precavidos. Sé que eres pilar, salvavidas, hombro. Y sé que tienes magia. Sí, ese brillo en los ojos y ese poder para recomponer cualquier ruina tiene que ser magia. Consigues reducir las montañas a granitos de arena, y luego lanzar todos esos granitos de arena al aire para que se los lleve el viento y no vuelvan a molestarme jamás.
Sé que tu risa es mi canción favorita, y que a Neruda le habrían faltado páginas para escribir sobre nosotros. Sé que cuando estoy contigo no encuentro las palabras, y que mataría por decir dos frases seguidas con sentido, explicándote que, para mí, eso es el amor. Que todas las palabras te las lleves tú, que me las quites de la boca con un beso y no haga falta decirnos nada más.
Escribo porque creo que así me descubro, que encuentro partes de mí que desconocía y que se convierten en mi mundo, al igual que decía Isabel Allende: “La escritura es una larga introspección, es un viaje hacia las cavernas más oscuras de la conciencia, una lenta meditación. Escribo a tientas en el silencio y por el camino descubro partículas de verdad, pequeños cristales que caben en la palma de mi mano y justifican mi paso por este mundo.” Y hoy estoy persiguiendo dentro de mí una idea, una idea que ha nacido mientras me dabas la mano y que tiene el color del sol, y que quiero que deje de ser una idea para que empiece a ser real.
Y es que necesito poner nombre a todo sentimiento porque si no solo es una sensación. Cuando te miro a ti es la sensación de hormigueo, y me sale una sonrisa que se encaja entre las dos mejillas y no puedo para de sonreír. Porque cuando te miro me veo a mí contigo, me veo a mí formando parte del reflejo de tus ojos, y haría cualquier cosa para alargar ese momento. Y me delata la piel, los pelos de punta cuando susurras al oído que “has encontrado el amor para ti” con Ed Sheeran sonando muy de fondo y tus latidos muy de cerca. ¿Qué nombre le darías tú a esa sensación? A no hacerse responsable de tus pensamientos, a dejar que las mariposas del estómago se apropien también de tu cabeza y lo dejen todo en blanco, y solo estés tú.
Así que yo ya sé lo que es la felicidad aunque no sepa etiquetarla dentro de este caos. Pero sé que es todo lo que te envuelve, todo lo que nos envuelve en este sendero de tiempo que estoy corriendo contigo.

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