Ya no sé de qué escribir. 
Solo quiero fluir y es necesidad vaciarme y releerme para descubrirme cada vez un poco más y encontrarme con la versión que más me gusta de mí. Es angustia heredada de la pena que su hueco dejó, es la sed de decir todo lo que ninguno entiende. Es magia poder hablar de mis preocupaciones sin dejar claro el porqué de mis desvelos, tocar mi cielo y volver a caer.
Escribo solo por impulso. Por latido creciente de palabras en pendiente a trote por los versos más abruptos. Por el crujir del devenir que deja entreabierta la puerta de los sueños cuando cae la noche. Y es la forma más sencilla de desenredar este nudo que ahoga, hacerme presa de un folio, mancharlo de tinta nueva y dejarme volar.
Ahora solo sigo el ritmo de letras en hilera que anteponen la melodía a la necesidad de transmitir, aunque en líneas se puede apreciar el sentido del sentimiento en su intento de romper los renglones y dejarse ver.
En esta tarde de lluvia en la estoy sola conmigo, algo ha desgarrado los límites, la vergüenza, la monotonía y la autocrítica y me ha empujado a volver de donde realmente, nunca me he ido.
No puedo dejar de escribir.

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