Ahí estaba... con la camisa medio desabrochada y el amor deseando salir de expedición por su pecho. 
De hecho, se veía reflejada en cada boca rota, en cada sonrisa torcida, en todos los sentimientos a medias.
Era la típica loca, tan de remate que era única, la única rosa despeinada. 
Se moría de ganas de entregarlo todo, de empezar "la casa por el tejado" y tirarla por la ventana.


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